miércoles, 18 de junio de 2014

El muchacho que pensaba al revés.

_Adrián Silva

Este muchacho creía y practicaba la justicia. Aborrecía la segregación, la discriminación, la exclusión y el racismo. Estaba en contra del maltrato humano y animal, pues respetaba toda forma de vida. Le entristecía la indiferencia y la apatía ante los problemas políticos, económicos y sociales. Pensaba en los otros y sabía que su voz y sus actos repercutían directa  indirectamente en los demás, por ello cuidada su discurso y su conducta en aras del bien común. Amaba la solidaridad y el compañerismo. Detestaba la deslealtad y la traición en todos los sentidos. Valoraba lo que tenía aunque fuese lo más elemental y sencillo. Era consciente de que existía una ideología dominante que menguaba el espíritu colectivo de las personas. No se enajenaba con discursos, íconos, artificios y cuestiones estériles. Respetaba la opinión de los demás, mientras esta fuese debidamente fundamentada. Amaba a su familia y a sus amigos incondicionalmente. No juzgaba por la apariencia, sino por la riqueza o pobreza de espíritu. Aborrecía la vanagloria y los falsos aplausos. Disfrutaba al máximo de las muestras de afecto que recibía de familia, amigos y pareja. Creía y ejercía la libertad, pues dejaba ser-siendo, sin embargo, realizaba críticas constructivas cuando notaba que algo dañaba a los otros. Disfrutaba la música cargada de humanidad, el baile, el goce y la interacción jubilosa con los otros. Creía en el amor libre e incondicional y no en la lucha de poder. Pugnaba por la transformación esperanzadora, por el diálogo real y contundente. Miraba el cielo para acabar con su arrogancia y megalomanía. Se amaba a sí mismo para poder amar a los demás. Reía y sonreía casi todo el tiempo. Evitaba la quejumbre y el pesimismo. Se reinventaba-reinventando, construía-construyendo, se curaba-curando, revolucionaba-revolucionando. Era humilde y piadoso, benevolente y misericordioso. No esperaba órdenes para hacer lo que tenía que hacer, le nacía, pues sabía que sólo así funcionaban mejor las cosas. Consideraba que el trabajo no sólo es una fuente de ingresos, sino que su trabajo era parte de una cadena de engranes para que funcionara todo. Su idea del éxito no radicaba en la acumulación de cosas, sino en la acumulación de sabiduría. Sabía que la ley no era necesaria si todos supiesen respetarse y practicar la otredad. Sabía que el Estado no era necesario si todos fueran organizados y solidarios. Sabía que la existencia de la policía y el ejército eran un absurdo, pues nadie debía vigilar a los de buen corazón. Sabía que las cárceles y toda forma de privación de la libertad era producto de una fuerte enfermedad del alma. Era consciente y sabía que la educación, no sólo académica, sino moral era medular. Defendía una educación para todos, pero para ganar humanidad no aplausos para humillar a los demás con absurda presunción. Respetaba las diferencias culturales mientras no existiesen injusticias. Creía que las fronteras y la idea de país no tenía sentido y abogaba por una ciudadanía universal. Se sentía parte de la humanidad y respetaba su planeta, pues era su casa, su todo, su génesis, su destino, ya que sabía que cuando muriera se reintegraría a la tierra.  Este muchacho vivía al revés en un mundo donde todo marchaba como si no pasara nada…

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