martes, 5 de agosto de 2014

NDUGU LUNDU _Adrían Silva

_Adrían Silva



 El canto de Ndugu Lundu

Recordó un brevísimo periodo de felicidad cuando
era niño. Tenía cerca a su madre y a sus hermanos, a pesar de sus carencias,
estaban juntos y se alimentaban, al menos, con abrazos y sonrisas provenientes
de juegos simples, pero llenos de afecto. Cuando lo embarcaron hacía estas
tierras desconocidas lloró en silencio, lloró a cántaros en su interior y el
horrible calor y los desagradables humores de la embarcación los padeció con
los ojos cerrados, recordando la sonrisa de su madre. Así pasaron meses de tortura,
meses de desolación y extrañeza. Ndugu había emprendido un viaje que lo
cambiaría para siempre, que lo transformaría en otro ser, un ser abandonado a
las abstracciones de su pasado, un ser sin carisma, lleno de miedo y
desconfianza ante un mundo que lo sepultó en vida.
Ya
no era el mismo.
Su
carácter se endureció
y
en su mirada
se
podía notar
una
extraña mezcla
entre
odio y esperanza.
Era
un cimarrón
.

Viaje incierto,
Incertidumbre,
atisbo de esperanza.

¡Maldita Nueva España!
Nuevo dolor,
Nuevo sufrimiento,
Nueva tierra,
¿Nueva piel?

Ndugu abandonado
sin bocado,
insectos,
ramas,
agotamiento,  
pies deshechos.

Soledad y rebeldía.
Cimarrones,
Cimarrones,
Esperanza de vida,
Esperanza de voz
Y palabra.

MALDICIÓN Y
CASTIGO,
EXISTENCIA
MALDITA,
Nacido con otro
Color de piel,
Piel oscura,
Piel primigenia,
Piel terrible,
Denigrada y
Denigrante,
Rasgos toscos,
Cuerpo fuerte.

¿por qué espíritus?
¿por qué nací con este color?

¿POR QUÉ ESTÁ MALDITO?

sábado, 19 de julio de 2014

La imitación como aparato generador de conciencia

Por Adrián Silva



Curiosamente cuando se adjetiva a un sujeto como “imitador” solemos remitirnos a la imagen de un niño reproduciendo conductas de su “adulto significativo”(o quizá de un “referente virtual significativo”) o a la de un adolescente “carente de personalidad” en búsqueda de aprobación social identitaria. Sin embargo, dicha facultad imitativa es inherente a todo sujeto durante cualquier etapa de su vida y lo sujeta a ciertos modelos culturales hegemónicos.

Ahora bien, si nuestra conducta y gran parte de nuestro aprendizaje cotidiano es constituido y constituyente a partir de la imitación ¿es por ello que no sometemos a juicio de razón la “normalización”, tanto de apropiación de realidades como de obediencia a la autoridad?

Si bien la educación integra una serie compleja de prácticas sociales que se condensan en el individuo, es decir, que la educación es la mediadora entre la conciencia social y la individual; ésta se encuentra supeditada a una determinada concepción de la realidad, es así que la práctica educativa transmite dicha concepción hegemónica. Por lo tanto, la educación únicamente sujeta a los individuos a los designios de la normatividad ideológica imperante. Y desde luego, el aprendizaje por imitación juega un papel fundamental.

Si las escuelas forjaran realmente estudiantes creativos, la cultura imperante se desplomaría, debido a que el objetivo fundamental, tanto de la escuela como del alumno, sería, por un lado, una constante invitación a la reflexión y por otro la búsqueda de la originalidad a través de la liberación del espíritu. Sin embargo, la insistencia en concebir a la educación escolar como reproductora de lo “ya dado” e “inalterable” reduce al alumno a mero imitador de un “papel tradicional e imperante”, es decir, aquel sujeto subordinado a los designios de la conciencia social normalizada.

De tal modo, la conciencia individual encadenada únicamente imita y reproduce para evitar la desaprobación social y como mero requisito de formación obligatoria, así como el medio para ubicarse dentro de los eslabones ascendentes de la acumulación de capital.

Cuando los sujetos, en este caso los alumnos, no pueden pensar debido a que únicamente imitan, lo único que serán capaces de transmitir serán, por supuesto, los referentes de la normatividad ideológica imperante, porque sólo esos se integrarán a su conciencia.

Y es por ello que cuando se normaliza una forma de concebir la realidad es imposible concebir otras maneras de constituirla. Entonces las escuelas, en realidad, son modeladoras de la irreflexión y la obediencia.

lunes, 7 de julio de 2014

martes, 24 de junio de 2014

lunes, 23 de junio de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

Educación y Desideologización en el paradigma globalizado.




 Sólo en nosotros mismos están nuestros caminos,
y en la educación descansa la emancipación”

Marcos Alonso Cabello

La expresión ideología se puede entender como el sistema de ideas y representaciones que dominan el espíritu de un hombre o sociedad. Es propio de la ideología estar dotada de una estructura y funcionamiento que la constituyen en una realidad no-histórica, en el sentido en que dicha estructura y funcionamiento, están presentes en toda historia de la sociedad antrópica y en ella se representan las relaciones que existen entre ellos y sus condiciones de existencia, por tal razón, esta obedece casi de manera estricta a los intereses de la clase dominante en curso, como ha sido puntual en cada ciclo histórico emanado de su respectiva clase hegemónica y su modo de producción.

En el marco del subdesarrollo y la dependencia, una lacerante afrenta de los pueblos oprimidos es la transculturación ideológica “entendemos el vocablo transculturación como proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una cultura, lo que en rigor indica la voz anglo-americana aculturación, sino que el proceso implica necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación” , la cual, históricamente ha sido ejercida por el pensamiento occidental, manifestado por múltiples factores, que van desde la imposición de representaciones, valores, ideas y creencias, así como conocimientos científico-tecnológicos, y lo que entendemos hoy día como globalización.

El proceso de globalización, se fundamenta en el supuesto de un mundo “unido por las diferencias y complementariedades”, pero este en realidad representa la capitalización o mejor dicho occidentalización de la economía (neoliberal), política (tecnócrata) y cultura (american way of life), a través de los mecanismos ideologizantes del Estado apuntalado por tormentas mediáticas, enajenantes y claramente dirijistas, que nos indican estándares ontológicos del hombre contemporáneo.

El poder como forma de dominación se une a la tecnología y la ideología para producir formas de conocimientos, relaciones sociales y otras formas culturales concretas que operan para silenciar activamente a las personas. Pero la sutileza de la dominación no se agota refiriendo aquellas formas culturales que agobian a diario a los oprimidos y oprimidas, también se le puede hallar en la forma en que ellos y ellas internalizan su propia opresión y por ende, participan de ella. Se trata de dominación introyectada, de manera inconsciente, a través de los diferentes canales de socialización, de las instituciones sociales y que tiene dimensiones múltiples.
Uno de los principales mecanismos de la superestructura ideologizante es la educación, la cual, ha sido empleada para cumplir dos funciones principales: conferir y ocultar conocimientos valiosos, así como enajenar las bases naturales y sustituirlas por sociales, hechos que demuestran que en realidad tan poderosa arma más que formar seres autónomos y racionales, se ha encargado de construir sociedades autómatas y obedientes que asumen los lineamientos plutócratas y dan por únicas y universales, diversas tesis políticas, económicas, científicas y humanísticas que en las escuelas oficiales y privadas se imparten por obligación Estatal.
Como decía Althusser en su célebre Ideología y aparatos ideológicos del Estado: “¿Qué se aprende en la escuela?...se aprende a escribir, leer y contar, o sea algunas técnicas, y también otras cosas, incluso elementos de cultura científica o literaria utilizables directamente en los distintos puestos de la producción. Se aprenden habilidades...Pero al mismo tiempo, y junto con esas técnicas y conocimientos, en la escuela se aprenden las reglas de moral y de conciencia cívica y profesional, lo que significa en realidad reglas del respeto a la división social-técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende también a hablar bien el idioma, a redactar bien, lo que de hecho significa (para los futuros capitalistas y servidores) saber dar órdenes, es decir, saber dirigirse a los obreros”. (Althusser, 2008, Págs. 13-14)
En este sentido los hechos son elocuentes, desde la década de los 70 se erigieron políticas globales de modernización en la educación con el claro objetivo funcionalista (tanto en los fines sociales como en su organización académica, en sus contenidos cognoscitivos, métodos pedagógicos, financiamiento y administración institucional) a los cambios productivos, las innovaciones tecnológicas, dinamismo acicateado por la competencia mercantil mundial de consorcios empresariales y potencias económicas y bélicas.
La calidad educativa se define a partir de criterios estandarizados globalmente de productividad y competitividad mercantil, y a partir de ellos, se postula la necesidad imperiosa de modernizar la educación tradicional, es decir,  pública y autónoma; volverla una eficiente empresa de calidad y supuesta excelencia, acorde a las nuevas exigencias de las competencias profesionales y del conocimiento informático. La organización y el desempeño de las actividades académicas son medidas por mecanismos e instrumentos de evaluación externa e interna para la asignación de recursos y el rendimiento de cuentas a las instituciones, apuntalado todo esto con normas administrativas o de gestión institucional que, además, pervierten los sentidos de cooperación y comunicación entre los individuos al estar cimentadas en la filosofía de lo individual.
Dichas políticas han sido implantadas en Latinoamérica y otras latitudes a través de programas de asistencia técnica y financiera para el desarrollo de organismos internacionales como la ONU, UNESCO, BM, CEPAL, OCDE, etc. De manera creciente los postulados y programas de dichos organismos aparecen como directrices de las políticas educativas internas y de las reformas institucionales y universitarias en curso, poder que se reviste de ayuda técnica especializada para la inserción competitiva al mundo posmoderno. Así, enfrentamos la adopción irreflexiva y acrítica de programas y objetivos educativos diseñados a partir de cánones y necesidades de reproducción social y de dominio de grupos oligárquicos mundiales, nacionales o globales, y la falta de vinculación entre la educación y las necesidades nacionales, sociales, populares y culturales de nuestras poblaciones.
Lo más grave de la educación tecnocratizada, es la pérdida del sentido esencial de la educación, la oclusión de las oportunidades de formación integral física, intelectual, estética y ética entre las masas, lo que inhibe también el avance de la organización de formas democráticas de vida y de participación del pueblo en el ingreso económico, la cultura y el poder. De ahí la tragedia, el vacío, la penumbra, la catástrofe, vocablos con los que se define desde hace tiempo la situación educativa del mundo subdesarrollado.
De esta manera, resulta de vital importancia un viraje educativo, pues debemos encaminarnos a un nuevo modelo sui generis y novedoso que permita la regénesis del hombre emancipatorio; !No más historia de bronce!, !No más educación tecnificada para la servidumbre!, !No más educación tecnócrata lacerante a nuestras soberanías!, !No más profesionistas apócrifos!, !No más dirigismo educativo, en pos de la ignorancia y la sumisión! y ¡No más demagogia apologizante de un sistema decadente, dogmatizado y evidentemente carente!.

La solución no es simplemente plantearse un “reformismo social aplicado a la educación”, nuestro planteamiento debe focalizarse desde la perspectiva revolucionaria del pensamiento marxista y todos aquellos planteamientos favorables a una lógica en la cual la capacidad de re-ideologizarse sea una posibilidad autentica entre los individuos, y resulta imperante para esos fines, cambiar la realidad educativa desde sus bases teórico-prácticas.
La educación debe posibilitar la autonomía, sabiduría, virtud y libertad del ser, lo cual, no implica borrar forma alguna de conocimiento y mucho menos enfrascarnos en metodologías herméticas e impositivas tanto institucional como docente, por el contrario, se propone, desde axiomas ético-morales la facultad de educación holística e interdisciplinaria, la pedagogía dialógica, reivindicación e interpretación de la realidad para transformarla y la deconstrucción criticista de los contenidos epistemológicos para su construcción acorde a la realidad de cada sociedad e individuo.
La educación no debe apuntar sólo a la instrucción y recepción de conocimientos, sino al análisis del conjunto de las estructuras e instituciones que condicionan la formación de la subjetividad, los procesos de socialización e individuación, el desarrollo de las potencialidades y capacidades de las personas. El objetivo debe ser la formación de subjetividades comprometidas con la sociedad, con el advenimiento y ejercicio de axiomas ético-morales como la justicia, equidad, solidaridad y cooperación. Resulta imprescindible crear nuevas concepciones de la realidad, nuevas maneras de interpretar el mundo para que emerja, como fruto de la construcción colectiva, una sociedad emancipada, des-enajenada, autogestionaria.
Acorde a esto, Gramsci postuló la urgencia de estudiar la cultura como campo de hegemonía de la clase dominante, constructora de un sentido común, que siendo popular es funcional a esa dominación. Así mismo se debe buscar en el entramado de la cultura popular los elementos de buen sentido, que puede funcionar como base para el desafío al poder opresor y para construir nuevos modos espirituales de apropiación de la realidad. Al mismo tiempo, deben ser motivo de análisis: las maneras en opera el poder, las causas de la persistencia de una cultura de la dominación y que es excluyente, discriminatoria, tanto por razones de atributos y diferencias físicas de las personas, como por otras de orden económico, cultural o simbólico.

Pero el proceso de transformación no es lineal. Freire registra la dificultad de que los cambios culturales se den al mismo tiempo que las transformaciones sociales, afirmando entonces, la importancia entonces de la educación para la conformación de una nueva subjetividad. Sobre esto señala: “Uno de los grandes problemas que una revolución tiene en su transición, en sus primeros momentos de vida consiste en que la historia no se hace mecánicamente; la historia se hace históricamente. Esto significa que el cambio, las transformaciones introducidas por la revolución en su primer momento, adecuadas al nuevo modo de producción (...) no se construyeron de la noche a la mañana. Se cambia el modo de producción y lo que hay de superestructural en el dominio de la cultura, incluso del derecho, y sobre todo de la mentalidad, de la comprensión del mundo; la ideología, en fin, queda años por detrás del modo de producción cambiado, porque está forjada por el viejo modo de producción.” (Freire, Pérez y Martínez, 1997. Pág.16)

De esta manera, a la educación no puede ubicarse solo en centros cerrados en los que “se piensen” los problemas de la sociedad, “la escuela no es un claustro”, nuestra tarea consiste en abrir las puertas de escuelas, colegios y universidades, pero además paralelamente salir a la realidad social, moviendo toda la maquinaria intelectual, aplicándola a la sociedad, sintiéndose parte de un único proceso de constitución de una nueva realidad social. La necesidad de una formación que articule de manera consecuente la teoría y la praxis.

Esencialmente la regénesis educativa tendiente a una ruptura con el dogma ideologizante de la cultura global deberá estar apuntalada por elementos que no solo deben limitarse a una práctica meramente académica o de formación escolar, sino que deben ir más allá de ello, abarcando la totalidad del proceso educativo, es decir, incluir la formación social, para tales fines proponemos los siguientes elementos:
-Reivindicación y transformación de la realidad total del hombre. Es fundamental entender al ser humano en su realidad concreta, es decir como un ser social, el cual está inmerso en una estructura económica definida que conlleva a una superestructura, al tener conciencia del entorno se puede desarrollar la conciencia de clase, motor fundamental en la posterior transformación del ser. La conciencia material es vital en el constructo de hombre nuevo, pues como decía Marx: ...la personalidad real y prácticamente activa del hombre es sólo aquella que se resuelve en las relaciones de trabajo en que el hombre se encuentra; las relaciones de trabajo y producción constituyen la estructura económica de la sociedad, estructura, que es, por consiguiente, el elemento determinante de la realidad humana y de la historia.” (Abbagnano y Visalberghi, 1975, Pág 502). Así se convierte en un imperativo educativo el desarrollo de dicha conciencia, el cual puede ser germinado en el conocimiento de la realidad desde una base empírica y sobre todo pragmática, la cual le permita al individuo conocer la complejidad y el funcionamiento de su entorno y así discernir entre aquello que representa una virtud y una desvirtud; ello fomentará la des-enajenación y el libre albedrío, así como el fotalecimiento de sentido crítico y evidentemente deconstructivo fundamentales para la transformación de la realidad o bien para el enaltecimiento y reproducción de esta.
 La educación debe suponer una actividad revolucionaria y transformadora con sólidos cimientos basados en la relación entre la producción y la superestructura. Decía Marx: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. (Fromm, 2011, Pág. 31). En la interpretación, no solo se debe tener conciencia de clase y de la realidad individual, sino también del sistema capitalista, de sus contradicciones, injusticias, de su funcionamiento y de la alternativas a el. Se debe establecer una formación acorde a las necesidades del individuo para su participación activa dentro de la conformación  social, las cuales, por contrario, han sido notablemente subordinadas y enajenadas a los intereses le las élites burguesas. El conocimiento de la teoría permite al hombre comprender la perspectiva histórica y el desarrollo socioeconómico y político de la sociedad, ayuda a orientarse en los acontecimientos internacionales y de sostener una intransigente lucha contra la ideología burguesa.
Se debe dar una formación en la cual se muestren las contraposiciones antes referidas del sistema educativo burgués en contraste con el socialista, consiguiendo sintetizar y conformar un modelo propio a la realidad social, esta misma dialéctica se ejerce al formar un proyecto educativo capaz de revertir las relaciones productivas y sociales particulares del capitalismo (explotación, acumulación, plusvalor, individualismo, privatización, clasismo, segmentación, etc.), pues tal como lo menciona Franciso Larroyo : El proletariado mismo es una realidad dialéctica, como tal, transformable, superable; defínesela como la negación de la clase capitalista, su antítesis, pero como ella, será negada, suprimida, a su turno, en la nueva etapa, ya inmediata, la de la sociedad sin clases. Entonces, dice el marxismo, se habrá operado el salto a la libertad, ya no habrá, explotadores ni explotados” (Larroyo, 1976, Pág 699).
Así mismo se puede considerar este carácter dialéctico en el sentido que la educación es una superestructura, depende de condiciones económicas de una sociedad. Así tanto el concepto intelectualista de la pedagogía, como el espiritualista son falsos, habiendo así una contraposición de opuestos que desarrollan una síntesis de sí.
- Educación crítica y deconstructiva. Crítica es un término polisémico que puede conducir a equívoco si no precisamos sus significados y se aclara en qué sentido se utiliza; es en primer lugar una manifestación de la actividad intelectual del hombre, es decir un ejercicio antrópico en términos kantianos sintético a priori, el cual, en un sentido general es la actitud según la cual no es posible ni deseable conocer el mundo, o actuar en él sin un previo examen de los fundamentos del conocimiento y de la acción. Las rupturas epistemológicas constituyen entonces fuentes de propuestas para avanzar en formas más pertinentes de aprehender la realidad, y la crítica es inherente a estos procesos.
 En este sentido la formación crítica, debe permitir al individuo observar las virtudes y desvirtudes de sí mismo y del sistema en el que se desenvuelve, para poder comenzar una labor deconstructiva en el sentido de la negación de la dictadura de los conceptos y posteriormente constructiva de una realidad, la cual tenga como eje la democracia de la polisemia, y no referidas únicamente al sentido lingüístico, sino a los paradigmas mismos del modelo tecnócrata que sea no solo funcional sino virtuosa; de esta forma se estará consiguiendo uno de los principios axiomáticos más importantes del pensamiento marxista, "la Revolución”, pues, según Marx: “La conciencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad  humana o cambio de los hombres mismos sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como practica revolucionaria”.
La crítica que conlleva la observación de los datos particulares sin verlos estructurados en la totalidad social, es superficial. Y la crítica que no está dirigida por el interés emancipador no penetra más allá de la apariencia. Se impone, por tanto, una metodología que atienda a los datos de la realidad, pero que no olvide que hay que ir más allá de lo que aparece para captar el fenómeno en su objetividad. Esto solo se logra si se acepta que la razón mantiene una relativa autonomía respecto de los hechos.
Hablamos de una crítica que no se quede solo en un ejercicio de lógica formal, o de retórica, sino que denuncie las injusticias, discriminaciones y exclusiones que agreden la dignidad de las personas y, por ende, cuestionen la estructura social y el poder que las sostiene. El reconocimiento de la relativa autonomía de la conciencia frente a las estructuras posibilita que el sujeto las modifique, pues, el desarrollo del hombre como ser individual y social, depende, de los cambios reales que logre imprimir en su entorno.
-Educación Integral y Politécnica. Enfocada a desarrollar individuos interdisciplinarios, con una  formación tal que les permita aprender de forma ecléctica y holística las multidiversidad de contenidos académicos, científicos, artísticos, sociales, humanistas y deportivos, los cuales den al educando la posibilidad de desenvolverse en cualquier ámbito con sentido crítico fundamentado en bases teóricas y pragmáticas. De esta forma un individuo debe tener la capacidad de desarrollar cualquier actividad productiva de manera cabal, en cualquier momento y contexto que la sociedad  lo requiera, rompiendo así con el dogma de la súper especialización capitalista, que segrega y limita al individuo en su evolución integral.
La educación debe servir para formar a individuos capaces de contribuir de manera plena en el concierto laboral, obviamente sin caer en el perfil tecnócrata servil, en este respecto Marx afirmaba: “El hombre es esencialmente actividad, actividad real, producción; no puede haber educación digna del hombre que no suponga una actividad seria y responsable del trabajo”. (Abbagnano yVisalberghi, 1975, Pág 505). El trabajo es la auto-expresión del hombre, una expresión de sus facultades físicas y mentales individuales; en este proceso de actividad genuina el hombre se desarrolla, sé vuelve el mismo; el trabajo no es solo un medio para logra un fin, sino un fin en si, la expresión significativa de la energía humana.  
De esta manera la educación debe estar cimentada en el ideal de formarse para servir a la sociedad y el desarrollo pleno del individuo; bajo esta lógica el proyecto educativo debe estar orientado a las necesidades de un Estado con base proletaria, pues tal como la igualdad y equidad recibida es por merced social, los frutos del educado deben retribuir de igual forma para dar forma y función al equilibrio social. La principal célula de la educación laboral es el colectivo laboral. Trabajo y educación, irán unidos, y por tanto, se perfila para las generaciones venideras una educación técnica-multilateral”. Este es uno de los conceptos de mayor relevancia en las formulaciones pedagógicas de autores como Seidel y Blonsky.
-Ética y moral. Es de trascendental importancia en la formación educativa la enseñanza y el ejercicio de principios ético-morales bajo una lógica sustentada en la conciencia y en el sentido solidario; pues de una integra virtud en el comportamiento humano depende el cabal funcionamiento de la sociedad, las más grandes contradicciones del capitalismo son precisamente emanadas de la escueta o tergiversa ética educativa bajo preceptos burgueses, que ven en el beneficio del individuo el fundamento de su ser, lo cual lo conduce a actuar moralmente egoísta manipulando en sentido maniqueo y anfibológico su papel en la sociedad.
La ética y la moral deben conducir a la realización del viejo sueño de la unidad del género humano dentro de su universal variedad, el sueño de alcanzar un patrimonio socio-histórico común al pluralismo de los múltiples proyectos éticos de la humanidad. Se intenta detectar cuales son nuestros valores comunes, de consenso, compartidos por unos y otros, a fin de construir un comportamiento donde se supere aquella intolerancia reciproca que en ocasiones manifestamos, a pesar de que nuestra experiencia cotidiana que la honradez, la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, la tolerancia y otras muchas virtudes y valores humanos no son patrimonio exclusivo de nadie, sino que deben ser el fundamento que enaltezca el espíritu humano y la convivencia plena.
El modelo ético-moral, busca revertir la lógica neoliberal, dándole al individuo una conciencia que le permita tener un accionar integro en pos de su bien personal que dependerá plenamente del bien colectivo. La ética se considera un salto a la libertad, en la cual, el hombre ya no estará sujeto a las condiciones de vida existentes en el sistema actual de relaciones. La principal tarea de la educación moral consiste en formar una posición activa del individuo en la vida, la actitud consciente hacia el deber social, el afán y la capacidad de contribuir a que las normas morales pasen a ser normas de conducta cotidiana de las masas y de luchar contra la influencia de la moral en el régimen impuesto.
Un axioma fundamental del hombre debe ser la solidaridad, pues con la conciencia de clase, del entorno, el espíritu crítico, y la funcionalidad, el ser debe saber que su más alto esmero tendría que sustentarse en su participación plena y ejercicio profesional no en su beneficio particular sino de los otros, pues como se ha mencionado es la sociedad misma la que permite al hombre conseguir una formación de calidad y él debe retribuir apoyando a este ente con trabajo, apoyo, difusión, transmisión de saberes y también en la construcción y mejoramiento de su entorno. Tan importante es el aspecto solidario que no puede existir la virtud si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a la humanidad.
Se requiere revitalizar los valores morales, cívicos y espirituales de la persona,  como una necesidad para lograr las aspiraciones de un mundo mejor, más humano en  donde se imponga la cultura de la transparencia y la honestidad. Como medida preventiva, la materia de Axiología desde primaria, pero no con el método tradicional de memorizar conceptos, sino realizando dinámicas grupales y describiendo diferentes casos de problemas morales donde los alumnos tengan que proponer soluciones, clases de ética a todos los niveles, estos casos, lógicamente irían aumentando su grado de dificultad cada grado. También daría cultivar el hábito de lectura y establecer normas más concretas para programas de entretenimiento infantil, y sobre todo educación a los padres. Para educar en valores a la población adulta, habría que emprender una gran campaña, también en los medios de comunicación, y fomentar la lectura de textos filosóficos, científicos y sociales, mejorando las condiciones de bibliotecas públicas, sobre todo en áreas rurales. También se requiere la ética pública en la educación previa al ingreso a la administración y, por supuesto, antes y durante el tiempo en el que se ocupen cargos públicos. Sin embargo más allá de estas estrategias escolares, se requiere que dicha formación sea en la praxis cotidiana y ejercida con el ejemplo.

En mi opinión, muchas de nuestras dificultades sociales, económicas, administrativas, etc.; disminuirían considerablemente si se mejoraran nuestros niveles de educación moral, y no sólo implantando materias y cúmulos de contenidos para promover el amor patrio, y la “erudición” académica sino también hacia la dignidad de todo ser humano. Y para esto se necesitarían profesores preparados que sean capaces de transmitir con su ejemplo, congruencia y estrategias de aprendizaje el valor, en su nivel holístico, interdisciplinario y sobre todo con un alto sentido ético; pues es el parteaguas para el funcionamiento de una sociedad, es impensable estructurar un Estado de respeto a los derechos y obligaciones, a la libertad; sin formación ético moral  la corrupción, la explotación hombre por hombre, el desinterés por el otro, el egoísmo, la ambición, la holgazanería y tantos males que aquejan nuestro Estado fallido no podrán ser erradicados o cuando menos disminuidos.

Entre los filósofos y teóricos de la educación se va abriendo camino la necesidad de abrir un gran debate sobre la incorporación de un nuevo lenguaje y unos nuevos contenidos en educación; si el adiestramiento técnico-profesional, indispensable como objetivo educativo en los procesos de enseñanza, deba ir acompañado de otros aprendizajes morales, y situar entonces el discurso pedagógico no ya sólo en los medios, sino en el qué y para qué (Fullat, 1997). La educación, tiene una necesaria dimensión social. Es ética y política, es compasión y compromiso. Y despojar a la educación de estas dimensiones es reducirla al más puro adoctrinamiento. En tanto que es ética, la educación no está desligada de los problemas que afectan a los hombres concretos, sino que brota de ellos, de su derecho a una vida digna y justa, de su derecho a decir su palabra, la palabra del pasado, de la tradición; la palabra transformadora del presente, la que desvela la realidad y le permite descubrir las contradicciones que le impiden ser hombre o mujer, pero también la palabra del futuro todavía no dicha, la palabra de la esperanza. La persona está intrínsecamente proyectada hacia el futuro, es anticipación, proyección de algo (Marías, 1996). Y en tanto que educación, es en sí misma un acto social y político. Lo político forma parte de la naturaleza misma de la educación, por lo que los problemas de ésta no son exclusivamente pedagógicos, sino esencial y profundamente políticos.

La finalidad de educar no se limita, por tanto, al ámbito de las características personales, “psicologizando” la educación, implica la formación del sujeto como ser social, incorporando toda la realidad de éste. Y entonces, la educación no puede sustraerse a la función de transformación de la realidad social en la que el educando vive, de modo que le permita la realización de un ideal (valioso) de persona que toda educación lleva implícito.
-Educación Dialógica. Un puntal esencial de la transformación pedagógica que conlleve a la formación de nuevos individuos virtuosos, libres, emancipatorios, críticos y autónomos, es sin duda alguna el horizontal proceso dialógico, el cual capaz de edificar la interacción compleja y funcional de los actores de la dicotomía cíclica del proceso educativo, es decir aquella entre el educador y el educando. De esta forma, desde la Grecia antigua el propio Sócrates abogaba a la Mayéutica como principal mecanismo generador de conocimientos y como el mismo decía, de camino a la verdad. Tomemos también en consideración que este saber dialogado, es una necesidad ontológica del hombre como especie, pues desde el horizonte paleolítico, ya el ser humano consensuaba y se retroalimentaba de los saberes múltiples para hacerlos complejos. Así mismo en la américa prehispánica entre los Huicholes circulaba la máxima “solo entre todos, lo sabemos todo”.
En este sentido es obligado el parafraseo a Paulo Freire, quien desarrolla de manera magistral este planteamiento dialógico, y sobre todo aterrizándolo y enfocándolo no solo a la realidad nuestramericana sino al contexto del subdesarrollo, como bien lo apunta él como la Pedagogía del oprimido. Así el diálogo debe ser concebido como un ejercicio de acción reflexión simbióticamente solidaria fundamentada principalmente en la transformación del hombre y por ende de su entorno. El diálogo pues, es una exigencia existencial de sujetos encausados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro, ni convertirse tampoco en un simple cambio de ideas consumadas por sus permutantes.
Paulo Freire estructura el diálogo transformador a partir de elementos constitutivos que buscan hacer de esta práctica una relación horizontal, los cuales apuntan puntos como: El amor al mundo, a la vida y a los hombres, de ahí que sea, esencialmente, tarea de sujetos y que no pueda verificarse en las relaciones de dominación, este acto de amor radica en el compromiso con la causa de la liberación del oprimido. Por otro lado, no hay diálogo si no hay humildad, pues la pronunciación del mundo, con el cual se recrea permanentemente, no puede ser un acto arrogante. El diálogo como encuentro de los hombres para la tarea común de saber y actuar, se rompe si sus polos o uno de ellos pierde la humildad, así un hombre que carece de humildad en nada puede ejercer un diálogo y mucho menos ser un referente y educador para el pueblo, el ejercicio dialógico busca entonces hombres que en comunicación mutua buscan saber más. La fe en los hombres es un dato a priori del diálogo, esta debe estar depositada en los hombres sin caer en la ingenuidad. El hombre dialógico que es crítico sabe que el poder de hacer, crear, transformar, es un poder de los hombres y sabe también que ellos pueden, enajenados en una situación concreta, tener ese poder, el cual puede renacer y re-direccionarse a la emancipación y por qué no, a la virtud.
En palabras de Freire: “Para el educador-educando, dialógico, problematizador, el contenido programático de la educación no es una donación o una imposición –un conjunto de informes que han de ser depositados en los educandos-, sino la devolución organizada, sistematizada y acrecentada al pueblo de aquellos elementos que éste le entregó en forma inestructurada. (Freire, 1970, Pág. 107). Nuestro papel, entonces, no es hablar al pueblo sobre nuestra visión del mundo, o intentar imponerla a él, sino dialogar con él sobre su visión y la nuestra. Tenemos que estar convencidos de que su visión del mundo, manifestada en las diversas formas de su acción, refleja su situación en el mundo en el que se constituye.
En México este paradigma educativo resulta al parecer inviable el día de hoy por muchos motivos, que apuntan básicamente a la influencia neoliberal y sus aparatos ideologizantes que ejerce el imperialismo norteamericano en nuestro territorio; para dichos esmeros neoliberales una educación crítica y de compromiso social es lacerante a sus intereses y sobre todo conducirían al proceso des-ideologizante tan peligroso para sus estructuras sociales.
Con ello damos justamente en el punto clave de muchas de las problemáticas contemporáneas, pues si bien tuviésemos una nueva perspectiva no solo en la estructura sino en los programas educativos, los mexicanos seriamos individuos más integrales en el ámbito académico y más allá de eso en el ámbito social. Al tener una educación crítica diseñada a las necesidades colectivas, nuestros niños y jóvenes serían individuos sanos (recordemos que nuestro país es el primer lugar en obesidad y uno de los principales consumidores de drogas legales e ilegales), con un espíritu solidario más que mercantil, con conciencia de clase y de la importancia de su trascendencia como componente social y su función dentro de esta, tendríamos una fuerza laboral preparada y un gran número de profesionales capaces de generar innovaciones científicas y tecnológicas que liberen a México de la dependencia en este rubro, lo cual daría pie a la explotación de recursos en beneficio de la sociedad y no solo de las transnacionales.
Este proceso de reeducación des-ideologizante, enfocaría a cada individuo a una disciplina según sus aptitudes y actitudes y de acuerdo a las necesidades sociales, logrando así canalizarle a una función colectiva benéfica, evitando deserciones prematuras, y desempleos masivos al haber cientos de profesiones sin campo laboral con excedente de ofertantes los cuales cumplen únicamente perfiles de funcionalismo tecnócrata. Esto junto con la gratuidad educativa y la igualdad de condiciones que el marxismo plantea, nos da por resultado romper con un contundente lastre al desarrollo, el cual es la desigualdad que no ha permitido el crecimiento homogéneo de nuestra sociedad marcando diferencias tajantes en las oportunidades y función social mercantil, rompiendo así con el inalienable derecho a la igualdad.
Es precisamente a partir del proceso educativo que el aparato ideológico se puede reconfigurar, pues ha sido este mismo ejercicio formativo el que nos ha germinado los paradigmas neoliberales, alienándonos, enajenándonos y sobre todo asimilando sus constructos sociales. Hoy es necesaria una pedagogía que se base más en la importancia del otro, que comience en el otro, en su existencia histórica; que se pregunte por el otro. No es posible seguir educando como si nada ocurriera fuera del recinto escolar, o hubiera ocurrido en el inmediato pasado, desde paradigmas que hoy se muestran claramente insuficientes, ignorando qué tipo de hombre y mujer y de sociedad se quiere construir ignorando las condiciones sociales que están afectando a los educandos. Volver la espalda a esta realidad es tanto como renunciar a educar.

Bibliografía:
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