jueves, 5 de marzo de 2015

Como un parpadeo

Existen analogías maravillosas para intentar describir los procesos de interacción humanos, por ejemplo, el parpadeo mismo de los ojos. En efecto, un buen día pareciera que las situaciones que nos envuelven fuesen atisbos de la vigilia, ya que son tan reales que, suponemos, existen; sin embargo, en la mayoría de las ocasiones se trata de meras proyecciones (hiper) subjetivas de nuestra mente. Y, entonces, nos encontramos frente a un dilema muy extraño, es dec...ir, el dilema de lo que solemos llamar realidad. ¿Qué es pues ese ente tan maleable y presto a múltiples interpretaciones? Bien podría ofrecer una aproximación, pero seguro, y a pesar de compenetrarse con otras, jamás podría coincidir en su totalidad con ellas. Así es, precisamente, el amor, ya que suele consistir en un parpadeo, sí, un parpadear entre lo que se concibe como lo real y lo enteramente subjetivo. Henos, entonces, en un primer momento bajo cierta atmósfera de misterio e incertidumbre, en donde, a pesar de nuestros temores, nos atrevemos a interactuar con aquella persona que nos inspira y/o nos atrae significativamente. La concepción inicial es absolutamente idealista y simbólica, idealizamos de sobremanera (y no está bien ni mal, no es correcto o incorrecto, sólo así sucede, naturalmente), es un proceso inherente a todos nosotros. Digamos que es un abrir de ojos simbólico en donde todo nos parece diáfano y esperanzador. Mas ese abrir de ojos simbólico tiene un abrir de ojos real, cuando dialécticamente cerramos esa mirada para abrir otra, más despierta y consciente, es decir, cuando nos confrontamos con la diaria interacción y, entonces, descubrimos que ese ser de luz se trata en realidad de un humano sumamente deshumanizado y lo podemos notar así puesto que nos reflejamos en el mismo espejo. Ya no vemos a dos humanos amándose, vemos a dos personas anestesiadas bajo el mismo velo esperanzador, pero, a la vez, perdidos en la contradicción y en la incertidumbre. Vemos a dos personas enfermas destrozándose a cada beso y arrancándose significados en cada palabra. Vemos a dos humanos presionados bajo la institucionalidad de la monogamia y bajo la intra e inter subjetividad del amor, así como ante la embestida bestial del instinto psicosexual. Sin duda, el amor es histórico, algún grupo de personas seguramente lo creo, así como han sido creadas tantas cosas en nuestro imaginario, y seguro lo hizo para mantener cerrados los ojos en el eterno parpadeo de la hipocresía y la mentira. Es así que podemos entender, entonces, la fascinación por sus mieles en este contexto vacío y de contradicción. ¿Qué más nos queda ante este panorama tan desolador? Nos queda un simple parpadeo...un parpadeo entre lo que soñamos y lo que, en realidad, estamos construyendo y esos mundos son irreconciliables...