sábado, 26 de noviembre de 2016
viernes, 11 de noviembre de 2016
miércoles, 1 de junio de 2016
Integración
_Adrián Silva
I
¿Descifras
aquel eco en el silencio de tu indiferencia? ¿percibes los mesurados decibeles
de aquella voz que grita en el vacío? ¿sientes las caricias de aquella dulce y
ávida mirada? Hay alguien que te observa con meticulosa atención. Se trata de
tu musa. Te había estado buscando, pero ya se estaba dando por vencida. Llegó a
pensar que no existías, que tan sólo eras una ilusión. Pero te ha hallado. Está
feliz por ello. Te ansía. Te desea. Te añora.
Anda,
voltea, mírala. Conjuguen sus esperanzas, afiancen sus miradas. No tengas
miedo…
II
¡Vaya!
Es extraordinariamente hermosa. Su rostro evoca un cuadro en donde Dios mismo,
profundamente inspirado, traza las líneas más finas y delicadas jamás vistas.
Pareciera que, si cualquier mortal tuviese acceso visual a esas líneas,
moriría al instante de tan arcana luminosidad.
Nuestras
miradas han conversado. Permanecen extáticas. Estoy embriagado. Sus ojos son
dos constelaciones, guías ineludibles en mi condición de navegante extraviado.
Ahora puedo, como Ulises, retornar a mi reino después de naufragar en la
incertidumbre. Lo reclamaré, es mío, siempre lo fue. Mi musa así lo ha
vaticinado…
III
Ahora
me encuentro en el laberinto de sus besos y de sus caricias. No quiero hallar
la salida. Quiero permanecer aquí toda la eternidad. En este espacio me siento
seguro y rebosante. Mi narcosis me insta a sumergirme en la profundidad de su
silueta. Quiero extraviarme en la concupiscencia de su cuerpo. Quiero fundirme
en cada una de sus pulsaciones. La amo. Es mi predilección.
Hemos
conjugado nuestras esperanzas, hemos afianzado nuestras miradas. Ya no tenemos
miedo…
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